Navegando en los Buques de la Armada Española. Revista General de la Marina, 4-2016
La descentralización es hoy día
una palabra incuestionable en la doctrina militar conjunta OTAN. Esta implica
la asunción de responsabilidades por parte de jóvenes líderes que tienen que
decidir con madurez, capacidad y autoridad asumiendo el riesgo de cometer
errores. La responsabilidad y el riesgo deben ser asumidos por estos con el
principio de la confianza. La complejidad de las operaciones y los riesgos no
se incrementan aritméticamente, sino geométricamente y ello debe ser
perfectamente asumido por todos.
Cuando se cuestiona
la autoridad del jefe, se ponen en entredicho sus órdenes o se tienen dudas
sobre lo acertado de su decisión nos encontramos ante una unidad sin ningún
crédito y desprestigiada.
El actual
escenario estratégico ha visto desaparecer la política de bloques, que
protagonizó la guerra fría y emerger la globalización, y desarrollar un nuevo
marco en las relaciones internacionales. Al mismo tiempo, junto a las amenazas
y riesgos tradicionales para la paz, la estabilidad y la seguridad, han surgido
otros como el terrorismo transnacional yihadista con disposición y capacidad de
infligir daños indiscriminadamente.
La existencia de
conflictos convencionales y asimétricos, su capacidad de interferir seriamente
en la estabilidad del mundo occidental y su globalidad son aspectos
identificados, estudiados y reconocidos como serias amenazas por la OTAN, hasta
tal punto que sus veintiocho estados miembros, entre ellos España (sexto en
importancia), acordaron la necesidad de adaptarse a esta nueva realidad
sustituyendo el área geográfica tradicional de interés de la organización, que
se limitaba a Estados Unidos, Canadá, Europa Occidental y el Eje Aeronaval
Euro-Atlántico, por un espacio mucho más amplio que incluye la posibilidad de
actuar en cualquier lugar del mundo.
El compromiso de
atender a la globalización de estas amenazas implica nuevas exigencias, como
son los costosos despliegues de fuerzas en el exterior, a miles de kilómetros
de los países de origen, la necesidad de contar con transportes navales
estratégicos, la capacidad de intercambiar información a través de medios
interoperables muy sofisticados, apoyados en sistemas de telecomunicaciones de
última generación, así como el imperativo de disponer de un gran número de
nuevos tipos de armas y equipos navales muy costosos, tanto a la hora de su
adquisición como por lo exigente de su cuidado y mantenimiento. Este conjunto
de requerimientos ha supuesto la necesidad de dotar, a los buques de la Armada,
de medios y dotaciones adecuadamente entrenadas con amplios cuadros de
especialistas, para poder actuar en tan amplios teatros de operaciones.
Aplicando la teoría psicológica de la Persistencia,
una institución como la Armada, que pretenda tener éxito con su personal, debe
hacer todo lo posible para favorecer la integración y la resiliencia de sus
oficiales, suboficiales y marineros. La Armada debe trabajar decididamente sobre una serie de
factores integradores, considerados explícitamente en la teoría indicada: interacciones entre iguales; entre los
profesionales con sus oficiales, y entre estos y la institución representada
por su Comandante; alineamiento de los valores del marino con los de la Armada
y el resto de sus compañeros; evaluar la
motivación y las expectativas; fomento de un estilo de trabajo y proactividad
de la Armada sobre la integración de sus profesionales.
Masten y Coatsworth (1998) entienden la resiliencia
como constructo dinámico que incluye
una amplia clase de fenómenos implicados en las adaptaciones exitosas en el
contexto de amenazas significativas para el propio desarrollo personal.
La resiliencia, aunque requiere una respuesta individual, no es una
característica individual ya que está condicionada tanto por factores
individuales como ambientales, emergiendo de una gran heterogeneidad de influencias
ecológicas que confluyen para producir una reacción excepcional frente a una
amenaza importante.
Este paradigma de la resiliencia postula que el éxito
de las personas está relacionado con su capacidad para sobreponerse a
situaciones difíciles. Esta capacidad se logra en la medida en que se adquieren
ciertas habilidades tales como competencia con el entorno, la resolución de
problemas, autonomía y determinación, orientación hacia objetivos, empeño por
aprovechar el tiempo, etc. También influye en la resiliencia la presencia de
liderazgo en el ambiente de trabajo. Una institución que pretenda tener éxito
debe hacer todo lo posible para favorecer la integración en el ambiente y la
resiliencia de sus miembros. La vida militar en los barcos de la Armada favorece
esta integración en el ambiente castrense con unos valores típicos enaltecidos
en la navegación, compañerismo, amistad, afecto; cualidades como el valor, la
audacia, la determinación, la camaradería, la honestidad, la fortaleza y la
resistencia física y psicológica, la capacidad de sacrificio, la lealtad en
especial al jefe, el afrontar el sacrificio extremo de nuestras propias
vidas, la búsqueda de la excelencia
tanto la individual como la de pertenencia a un grupo; igualmente el
cumplimiento de la misión, la formación y
la disciplina; y valorar sobre todo el esfuerzo diario.
Es evidente que los buques de la Armada disponen de
excelentes profesionales. Pero contar con buenos profesionales no garantiza por
sí sólo resultados óptimos (la experiencia así lo confirma). El mérito de los
profesionales está en su esfuerzo; el de la Armada, a través de los comandantes
y jefes de las unidades, en lograr la integración y alineamiento de sus marinos
con los valores compartidos. El fruto de esta síntesis es la implicación en el
trabajo y el éxito profesional. Todo esto es difícil de lograr y mantener, y
lógicamente exige un esfuerzo continuado de evaluación para corregir, depurar
y, en la medida de lo posible, mejorar el modelo e
integración en los barcos y unidades de nuestra Armada.
Relacionado con el concepto
de resiliencia y clara derivación de ella es el de dureza (hardiness).
Esta variable de dureza o personalidad resistente aparece en situaciones de
estrés (acción o acto de defensa y/o ataque), el marino afronta las mismas de
modo adaptativo y luchador. La dureza es aprendida a través de tres
componentes: compromiso (implicarse plenamente en las actividades que lleva a
cabo en el servicio de armas o la navegación), control (controlabilidad o
influencia personal en los distintos eventos que experimentamos en el servicio
en la mar) y desafío (el cambio diario, en los sucesos traumáticos o
agresiones, es necesario e importante en el servicio cotidiano). Esto lleva
a que ante una agresión del enemigo, el
militar tiene estrategias para amortiguarla y verla como un reto. La
personalidad resistente del marino tiene un estilo de afrontamiento que le
permite hacer frente del modo más positivo y adecuado al estrés.
Los marinos sabemos que un buque de guerra es algo
dinámico, con alma y sentimientos, al estar lleno de personas que lo impregnan
de vida y energía; especialmente cuando esta nave es de la Armada Española.
Los años de trabajo de la nave son el ciclo vital de un
buque y esta actividad no significa deterioro cuando el barco ha sido bien
cuidado. Si damos una vuelta por sus pasillos y dependencias vemos la cantidad
de metopas alusivas a las visitas y actividades en las que ha participado.
Cuando visitamos las cubiertas, cámaras y camarotes, verificando su madurez
temporal, comprobamos las cicatrices del barco en forma de soldaduras y
parches.
A lo largo de la navegación el comandante, los oficiales y
la dotación demuestran día a día ese amor patrio, entusiasmo, ilusión,
disponibilidad y eficacia para las misiones que conlleva la Defensa Nacional y
el servicio de España.
Dice el artículo
3, de nuestras RROO, que la disposición permanente para defender a España,
incluso con la entrega de la vida cuando fuera necesario, constituye el primer
y más fundamental deber del militar, que ha de tener su diaria expresión en el
más exacto cumplimiento de los preceptos contenidos en la Constitución, en la
Ley Orgánica 5/2005, de 17 de noviembre, de la Defensa Nacional, en la Ley
39/2007, de 19 de noviembre, de la carrera militar y en las Reales Ordenanzas.
Mi experiencia,
en los buques de la Armada Española, me ha confirmado algo que ya conocía, el
elevado el grado de apoyo y compañerismo de los militares marinos; donde todos
somos uno más en el servicio, por el nivel de confianza depositada y la
responsabilidad asignada. Es muy positivo valorar la labor de todos, diaria, callada y disciplinada, realizada con
valía, humanidad y seriedad, con sentido del deber, patriotismo, empatía, colaboración
y profesionalidad.
Hay un factor
muy valorado navegando, la lealtad de los miembros de la dotación hacia el
Comandante del barco. Esta lealtad se detecta anímicamente en los largos días
de mar, una cualidad que sirve para hacer equipo y
funcionar como una fuerte unidad frente al peligro y la adversidad.
Como análisis final valoramos la Reserva Voluntaria y su
implicación en la Armada.
La Armada no tiene la dimensión adecuada para enfrentarse
aisladamente a todas las posibles amenazas y, en el marco de relaciones en las
que un Estado moderno y solidario se desenvuelve, está preparada para atender a
la parte del esfuerzo que de manera coordinada se le exige, en el marco de las
FAS, dentro de los pactos y alianzas
suscritos. Necesita ser complementada especialmente en los cuadros de especialistas.
Esta función de complemento deben realizarla los reservistas. Estos marinos a
tiempo parcial deben estar organizados, dotados, instruidos y preparados para
que en el momento en que se requiera su acción, puedan ejercitarla en los
menores plazos posibles, empezando por los que componen la reserva voluntaria,
y finalizando con la incorporación del total de ciudadanos que pueden ser
movilizados como reservistas obligatorios.
Los responsables de las unidades, centros u organismos de
la Armada en las que los reservistas se encuadran, deben programar los periodos
de activación (en tierra y navegando) y dedicar este tiempo a completar sus
conocimientos y preparación, además de que trabajen o presten servicio en los barcos
y centros operativos. Se trata de colaborar y participar en su formación
continua, que debe completarse con la realización de cursos específicos de
perfeccionamiento aprovechando periodos de activación en UCO,s, navegación,
cursos en España y extranjero, etc.
Actualmente los reservistas ya participan en misiones en el
exterior y periodos largos de navegación, según las necesidades de la Armada,
especialmente en los Cuerpos Comunes.
Lo que el resto de los países se denominan Fuerzas
Nacionales de Reserva corresponde a nuestras Reserva Voluntaria y Reserva de
Especial Disponibilidad, ambas vienen a paliar el hueco que dejó la
desaparición del Servicio Militar Obligatorio. Este paso obligado por las
unidades muchos lo consideramos como el principio de una relación continuada y
permanente entre la población civil y sus Fuerzas Armadas.
La Reserva Voluntaria, además de materializar la necesidad
de servir de nexo de unión entre la sociedad civil y los Ejércitos, representa
la posibilidad de ejercer el derecho y el deber de defender a España, en nuestras
FAS y nuestra Armada. Su creación, no exigida por ningún organismo
internacional o supranacional, fue motivada por la necesidad de completar la
equiparación de nuestras Fuerzas Armadas, con los reservistas, con las de
nuestro entorno comparable, principalmente las pertenecientes a la OTAN y a la
Unión Europea. De esa manera también se abría una puerta a la confraternización
y al intercambio de impresiones y de información, sobre los asuntos interés
común, con reservistas de otros países.
Tras las intervenciones en Iraq y Afganistán, aparecieron
los conceptos de estabilización y reconstrucción, como fases sucesivas que se
deben llevar a cabo inmediatamente después de las operaciones de combate, y que
exigen para su desarrollo, además del relevo de las unidades operativas por
otras preparadas al efecto, la formación y posterior participación del personal
autóctono. Estos conceptos se planifican desde el principio, a la vez que las
operaciones de combate, para que se puedan implantar a continuación del cese de
las hostilidades. Una vez conseguida la estabilidad e iniciada la
reconstrucción de infraestructuras e instituciones locales, tendrá lugar la
fase de reconstrucción definitiva del país de que se trate. En esos momentos,
únicamente el personal militar está autorizado a penetrar, moverse y
permanecer en la zona, por lo que solo los reservistas voluntarios, militares
al ser activados, se podrán integrar con los profesionales, para trabajar
directamente en los equipos de reconstrucción que se establezcan.
Esta cooperación cívico-militar, CIMIC, representa el mejor
futuro para los reservistas voluntarios. La multiplicidad de funciones que
encierra, les permite participar en las misiones reales en el extranjero
ejerciendo dicha cooperación, integrados individualmente o por equipos, en las
diferentes unidades navales o contingentes de fuerzas profesionales.
Los reservistas, sus empleadores y el Ministerio de
Defensa deben responder de sus responsabilidades en los procesos citados. Desde
el punto de vista de las Fuerzas Armadas, se habría de propiciar una política
de apoyo a empleadores en la que se incluyeran los compromisos, y no salieran
perjudicados los intereses, del empleador o empresario, del Ministerio de
Defensa y del propio reservista, con lo que se facilitara la participación de
los reservistas en operaciones, dentro y fuera de nuestras fronteras, en las
distintas unidades de la Armada Española.
En la OTAN está más generalizado el empleo de la Reserva
Voluntaria y, principalmente, se hace
para cubrir determinados puestos y/o atender a necesidades de destinos que
requieren una cualificación concreta. El modelo anglosajón de Reserva Regular,
también llamado ejército paralelo, consiste en la constitución de unidades
operativas completas dotadas con reservistas. Estas unidades pueden ser
desplegadas incluso en operaciones en el exterior. La media de días de
activación al año entre los países de la OTAN es de veinticinco. Normalmente se
trata de activaciones obligatorias, para instrucción y adiestramiento operativo,
y en muchos casos, estas activaciones se producen en los fines de semana, en
campos de instrucción con instructores militares. El empleo que se hace de
estas reservas es basándose en una adecuada determinación de los puestos:
ü
Estados y planas mayores
ü
Unidades
logísticas y unidades de combate
ü
Sistemas
de informaciones y telecomunicaciones.
ü
Asuntos
civiles y cooperación cívico-militar internacional (CIMIC)
ü
Lingüistas,
traductores, geógrafos, historiadores, arquitectos e ingenieros
ü
Sanidad
(Cuerpos Comunes)
El catálogo de puestos para reservistas se hace de acuerdo
a las necesidades reales de las F.A.S. en casos de crisis nacionales
(hipotéticas), y sobre todo en base a las operaciones en curso en cada momento.
Es muy normal el empleo del reservista en función de su especialidad civil, de
manera que pueda contarse con ellos en operaciones en el exterior (médicos,
enfermeros, psicologos, ingenieros, técnicos en
infraestructura para proyectos CIMIC, asesores políticos, diplomáticos,
asesores culturales, etc.). Este es también el concepto de functional
specialist que paulatinamente se va implantando en todos los países OTAN.
El Ministerio de Defensa debe promover el desarrollo de la cultura de
Defensa con la finalidad de que la sociedad española conozca, valore y se
identifique con su historia y con el esfuerzo solidario y efectivo mediante el
que nuestra Armada salvaguarda los intereses nacionales. Afrontamos amenazas y
riesgos transversales, interconectados y transnacionales. Preservar la
seguridad requiere coordinación, tanto internacional como nacional, Armada,
Tierra y Aire, y la contribución de la sociedad en su conjunto.
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