12.6.16

Navegando en los Buques de la Armada Española. Revista General de la Marina, 4-2016

La descentralización es hoy día una palabra incuestionable en la doctrina militar conjunta OTAN. Esta implica la asunción de responsabilidades por parte de jóvenes líderes que tienen que decidir con madurez, capacidad y autoridad asumiendo el riesgo de cometer errores. La responsabilidad y el riesgo deben ser asumidos por estos con el principio de la confianza. La complejidad de las operaciones y los riesgos no se incrementan aritméticamente, sino geométricamente y ello debe ser perfectamente asumido por todos.
Cuando se cuestiona la autoridad del jefe, se ponen en entredicho sus órdenes o se tienen dudas sobre lo acertado de su decisión nos encontramos ante una unidad sin ningún crédito y desprestigiada.
El actual escenario estratégico ha visto desaparecer la política de bloques, que protagonizó la guerra fría y emerger la globalización, y desarrollar un nuevo marco en las relaciones internacionales. Al mismo tiempo, junto a las amenazas y riesgos tradicionales para la paz, la estabilidad y la seguridad, han surgido otros como el terrorismo transnacional yihadista con disposición y capacidad de infligir daños indiscriminadamente.
La existencia de conflictos convencionales y asimétricos, su capacidad de interferir seriamente en la estabilidad del mundo occidental y su globalidad son aspectos identificados, estudiados y reconocidos como serias amenazas por la OTAN, hasta tal punto que sus veintiocho estados miembros, entre ellos España (sexto en importancia), acordaron la necesidad de adaptarse a esta nueva realidad sustituyendo el área geográfica tradicional de interés de la organización, que se limitaba a Estados Unidos, Canadá, Europa Occidental y el Eje Aeronaval Euro-Atlántico, por un espacio mucho más amplio que incluye la posibilidad de actuar en cualquier lugar del mundo.
El compromiso de atender a la globalización de estas amenazas implica nuevas exigencias, como son los costosos despliegues de fuerzas en el exterior, a miles de kilómetros de los países de origen, la necesidad de contar con transportes navales estratégicos, la capacidad de intercambiar información a través de medios interoperables muy sofisticados, apoyados en sistemas de telecomunicaciones de última generación, así como el imperativo de disponer de un gran número de nuevos tipos de armas y equipos navales muy costosos, tanto a la hora de su adquisición como por lo exigente de su cuidado y mantenimiento. Este conjunto de requerimientos ha supuesto la necesidad de dotar, a los buques de la Armada, de medios y dotaciones adecuadamente entrenadas con amplios cuadros de especialistas, para poder actuar en tan amplios teatros de operaciones.
Aplicando la teoría psicológica de la Persistencia, una institución como la Armada, que pretenda tener éxito con su personal, debe hacer todo lo posible para favorecer la integración y la resiliencia de sus oficiales, suboficiales y marineros. La Armada debe  trabajar decididamente sobre una serie de factores integradores, considerados explícitamente en la teoría indicada:  interacciones entre iguales; entre los profesionales con sus oficiales, y entre estos y la institución representada por su Comandante; alineamiento de los valores del marino con los de la Armada y el resto de sus compañeros;  evaluar la motivación y las expectativas; fomento de un estilo de trabajo y proactividad de la Armada sobre la integración de sus profesionales.
Masten y Coatsworth (1998) entienden la resiliencia como constructo dinámico que incluye una amplia clase de fenómenos implicados en las adaptaciones exitosas en el contexto de amenazas significativas para el propio desarrollo personal. La resiliencia, aunque requiere una respuesta individual, no es una característica individual ya que está condicionada tanto por factores individuales como ambientales, emergiendo de una gran heterogeneidad de influencias ecológicas que confluyen para producir una reacción excepcional frente a una amenaza importante.
Este paradigma de la resiliencia postula que el éxito de las personas está relacionado con su capacidad para sobreponerse a situaciones difíciles. Esta capacidad se logra en la medida en que se adquieren ciertas habilidades tales como competencia con el entorno, la resolución de problemas, autonomía y determinación, orientación hacia objetivos, empeño por aprovechar el tiempo, etc. También influye en la resiliencia la presencia de liderazgo en el ambiente de trabajo. Una institución que pretenda tener éxito debe hacer todo lo posible para favorecer la integración en el ambiente y la resiliencia de sus miembros. La vida militar en los barcos de la Armada favorece esta integración en el ambiente castrense con unos valores típicos enaltecidos en la navegación, compañerismo, amistad, afecto; cualidades como el valor, la audacia, la determinación, la camaradería, la honestidad, la fortaleza y la resistencia física y psicológica, la capacidad de sacrificio, la lealtad en especial al jefe, el afrontar el sacrificio extremo de nuestras propias vidas,  la búsqueda de la excelencia tanto la individual como la de pertenencia a un grupo; igualmente el cumplimiento de la misión, la formación y  la disciplina;  y valorar  sobre todo el esfuerzo diario.
Es evidente que los buques de la Armada disponen de excelentes profesionales. Pero contar con buenos profesionales no garantiza por sí sólo resultados óptimos (la experiencia así lo confirma). El mérito de los profesionales está en su esfuerzo; el de la Armada, a través de los comandantes y jefes de las unidades, en lograr la integración y alineamiento de sus marinos con los valores compartidos. El fruto de esta síntesis es la implicación en el trabajo y el éxito profesional. Todo esto es difícil de lograr y mantener, y lógicamente exige un esfuerzo continuado de evaluación para corregir, depurar y, en la medida de lo posible, mejorar el modelo e integración en los barcos y unidades de nuestra Armada.
Relacionado con el concepto de resiliencia y clara derivación de ella es el de dureza (hardiness). Esta variable de dureza o personalidad resistente aparece en situaciones de estrés (acción o acto de defensa y/o ataque), el marino afronta las mismas de modo adaptativo y luchador. La dureza es aprendida a través de tres componentes: compromiso (implicarse plenamente en las actividades que lleva a cabo en el servicio de armas o la navegación), control (controlabilidad o influencia personal en los distintos eventos que experimentamos en el servicio en la mar) y desafío (el cambio diario, en los sucesos traumáticos o agresiones, es necesario e importante en el servicio cotidiano). Esto lleva a  que ante una agresión del enemigo, el militar tiene estrategias para amortiguarla y verla como un reto. La personalidad resistente del marino tiene un estilo de afrontamiento que le permite hacer frente del modo más positivo y adecuado al estrés.
Los marinos sabemos que un buque de guerra es algo dinámico, con alma y sentimientos, al estar lleno de personas que lo impregnan de vida y energía; especialmente cuando esta nave es de la Armada Española.
Los años de trabajo de la nave son el ciclo vital de un buque y esta actividad no significa deterioro cuando el barco ha sido bien cuidado. Si damos una vuelta por sus pasillos y dependencias vemos la cantidad de metopas alusivas a las visitas y actividades en las que ha participado. Cuando visitamos las cubiertas, cámaras y camarotes, verificando su madurez temporal, comprobamos las cicatrices del barco en forma de soldaduras y parches.
A lo largo de la navegación el comandante, los oficiales y la dotación demuestran día a día ese amor patrio, entusiasmo, ilusión, disponibilidad y eficacia para las misiones que conlleva la Defensa Nacional y el servicio de España.
Dice el artículo 3, de nuestras RROO, que la disposición permanente para defender a España, incluso con la entrega de la vida cuando fuera necesario, constituye el primer y más fundamental deber del militar, que ha de tener su diaria expresión en el más exacto cumplimiento de los preceptos contenidos en la Constitución, en la Ley Orgánica 5/2005, de 17 de noviembre, de la Defensa Nacional, en la Ley 39/2007, de 19 de noviembre, de la carrera militar y en las Reales Ordenanzas.
Mi experiencia, en los buques de la Armada Española, me ha confirmado algo que ya conocía, el elevado el grado de apoyo y compañerismo de los militares marinos; donde todos somos uno más en el servicio, por el nivel de confianza depositada y la responsabilidad asignada. Es muy positivo valorar la labor de todos,  diaria, callada y disciplinada, realizada con valía, humanidad y seriedad, con sentido del deber, patriotismo, empatía, colaboración y profesionalidad.
Hay un factor muy valorado navegando, la lealtad de los miembros de la dotación hacia el Comandante del barco. Esta lealtad se detecta anímicamente en los largos días de mar, una cualidad que sirve para hacer equipo y funcionar como una fuerte unidad frente al peligro y la adversidad.
Como análisis final valoramos la Reserva Voluntaria y su implicación en la Armada.
La Armada no tiene la dimensión adecuada para enfrentarse aisladamente a todas las posibles amenazas y, en el marco de relaciones en las que un Estado moderno y solidario se desenvuelve, está preparada para atender a la parte del esfuerzo que de manera coordinada se le exige, en el marco de las FAS,  dentro de los pactos y alianzas suscritos. Necesita ser complementada especialmente en los cuadros de especialistas. Esta función de complemento deben realizarla los reservistas. Estos marinos a tiempo parcial deben estar organizados, dotados, instruidos y preparados para que en el momento en que se requiera su acción, puedan ejercitarla en los menores plazos posibles, empezando por los que componen la reserva voluntaria, y finalizando con la incorporación del total de ciudadanos que pueden ser movilizados como reservistas obligatorios.
Los responsables de las unidades, centros u organismos de la Armada en las que los reservistas se encuadran, deben programar los periodos de activación (en tierra y navegando) y dedicar este tiempo a completar sus conocimientos y preparación, además de que trabajen o presten servicio en los barcos y centros operativos. Se trata de colaborar y participar en su formación continua, que debe completarse con la realización de cursos específicos de perfeccionamiento aprovechando periodos de activación en UCO,s, navegación, cursos en España y extranjero, etc.
Actualmente los reservistas ya participan en misiones en el exterior y periodos largos de navegación, según las necesidades de la Armada, especialmente en los Cuerpos Comunes.
Lo que el resto de los países se denominan Fuerzas Nacionales de Reserva corresponde a nuestras Reserva Voluntaria y Reserva de Especial Disponibilidad, ambas vienen a paliar el hueco que dejó la desaparición del Servicio Militar Obligatorio. Este paso obligado por las unidades muchos lo consideramos como el principio de una relación continuada y permanente entre la población civil y sus Fuerzas Armadas.
La Reserva Voluntaria, además de materializar la necesidad de servir de nexo de unión entre la sociedad civil y los Ejércitos, representa la posibilidad de ejercer el derecho y el deber de defender a España, en nuestras FAS y nuestra Armada. Su creación, no exigida por ningún organismo internacional o supranacional, fue motivada por la necesidad de completar la equiparación de nuestras Fuerzas Armadas, con los reservistas, con las de nuestro entorno comparable, principalmente las pertenecientes a la OTAN y a la Unión Europea. De esa manera también se abría una puerta a la confraternización y al intercambio de impresiones y de información, sobre los asuntos interés común, con reservistas de otros países.
Tras las intervenciones en Iraq y Afganistán, aparecieron los conceptos de estabilización y reconstrucción, como fases sucesivas que se deben llevar a cabo inmediatamente después de las operaciones de combate, y que exigen para su desarrollo, además del relevo de las unidades operativas por otras preparadas al efecto, la formación y posterior participación del personal autóctono. Estos conceptos se planifican desde el principio, a la vez que las operaciones de combate, para que se puedan implantar a continuación del cese de las hostilidades. Una vez conseguida la estabilidad e iniciada la reconstrucción de infraestructuras e instituciones locales, tendrá lugar la fase de reconstrucción definitiva del país de que se trate. En esos momentos, únicamente el personal militar está autorizado a penetrar, moverse y permanecer en la zona, por lo que solo los reservistas voluntarios, militares al ser activados, se podrán integrar con los profesionales, para trabajar directamente en los equipos de reconstrucción que se establezcan.
Esta cooperación cívico-militar, CIMIC, representa el mejor futuro para los reservistas voluntarios. La multiplicidad de funciones que encierra, les permite participar en las misiones reales en el extranjero ejerciendo dicha cooperación, integrados individualmente o por equipos, en las diferentes unidades navales o contingentes de fuerzas profesionales.
Los reservistas, sus empleadores y el Ministerio de Defensa deben responder de sus responsabilidades en los procesos citados. Desde el punto de vista de las Fuerzas Armadas, se habría de propiciar una política de apoyo a empleadores en la que se incluyeran los compromisos, y no salieran perjudicados los intereses, del empleador o empresario, del Ministerio de Defensa y del propio reservista, con lo que se facilitara la participación de los reservistas en operaciones, dentro y fuera de nuestras fronteras, en las distintas unidades de la Armada Española.
En la OTAN está más generalizado el empleo de la Reserva Voluntaria  y, principalmente, se hace para cubrir determinados puestos y/o atender a necesidades de destinos que requieren una cualificación concreta. El modelo anglosajón de Reserva Regular, también llamado ejército paralelo, consiste en la constitución de unidades operativas completas dotadas con reservistas. Estas unidades pueden ser desplegadas incluso en operaciones en el exterior. La media de días de activación al año entre los países de la OTAN es de veinticinco. Normalmente se trata de activaciones obligatorias, para instrucción y adiestramiento operativo, y en muchos casos, estas activaciones se producen en los fines de semana, en campos de instrucción con instructores militares. El empleo que se hace de estas reservas es basándose en una adecuada determinación de los puestos:
ü     Estados  y planas mayores
ü     Unidades logísticas y unidades de combate
ü     Sistemas de informaciones y telecomunicaciones.
ü     Asuntos civiles y cooperación cívico-militar internacional (CIMIC)
ü     Lingüistas, traductores, geógrafos, historiadores, arquitectos e ingenieros
ü     Sanidad (Cuerpos Comunes)
El catálogo de puestos para reservistas se hace de acuerdo a las necesidades reales de las F.A.S. en casos de crisis nacionales (hipotéticas), y sobre todo en base a las operaciones en curso en cada momento. Es muy normal el empleo del reservista en función de su especialidad civil, de manera que pueda contarse con ellos en operaciones en el exterior (médicos, enfermeros, psicologos, ingenieros, técnicos en infraestructura para proyectos CIMIC, asesores políticos, diplomáticos, asesores culturales, etc.). Este es también el concepto de functional specialist que paulatinamente se va implantando en todos los países OTAN.
El Ministerio de Defensa debe promover el desarrollo de la cultura de Defensa con la finalidad de que la sociedad española conozca, valore y se identifique con su historia y con el esfuerzo solidario y efectivo mediante el que nuestra Armada salvaguarda los intereses nacionales. Afrontamos amenazas y riesgos transversales, interconectados y transnacionales. Preservar la seguridad requiere coordinación, tanto internacional como nacional, Armada, Tierra y Aire, y la contribución de la sociedad en su conjunto.